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martes, 25 de octubre de 2011
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Era Martes, otro día, otra nueva esperanza y la misma rutina. Era como si todo lo que hiciera no fuera más que algo que el trabajo de una maquina. A veces quería simplemente volar, como las aves, alejarme de lo simple que era la vida y poder soñar que podía cambiar las cosas con solo desearlo, y es que, eso era algo que en realidad podía hacer. Posiblemente, pero que más daba si el ser humano solo se ponía limitaciones. Seguir con lo mismo una y otra vez, como un ciclo que nunca termina…
Unas simples palabras salieron de su boca y luche nuevamente para que mi mente coordinara con mi lengua una respuesta rápida. No quería parecer una idiota delante de él pero los nervios a flor de punta. El rápido palpitar de mi corazón como un tambor entre mis costillas, el repentino bajón de temperatura de mis manos y las inmensas ganas de salir corriendo eran razones más que obvias para serlo. Mantener una conversación no seria tan difícil si él tuviera puesta una bolsa en la cabeza que no desorientada mis pensamientos cada vez que me dirigía la palabra.
 Sentí un vuelco al corazón cuando lo que hacia que me dejara sin respiración por unos milisegundos, algo eternos a mi parecer, tenia presencia en esos momentos. Ni siquiera fui consciente de las palabras que me decía cuando delicadamente poso su mano en mis cabellos acariciándolos de la manera más tierna. Un ligero contacto y todo el esfuerzo por sincronizar mis movimientos, pensamientos y reacciones a él se vinieron a bajo. Como si mis esfuerzos hubieran sido sin sentido, una perdedera de tiempo. Ni por asomo me percate que lo miraba con los labios entreabiertos, conteniendo inconscientemente la respiración a la par que mi cerebro volvía a repetir una y otra vez que estaba en la vida real y que no era momento de sentir debilidad por nadie y mucho menos cuando esa otra persona se metió como un halo de luz en una inmensa oscuridad. Genial. Mis pensamientos me jugaban una mala pasada. ¿Porqué pensaba en el otro cuando tenia a este otro delante de mi y que hacia que mi pulso corriera a mil como un chiquillo desenfrenado buscando a su madre perdida? ¿Como podían mis sentidos jugar de esa manera conmigo?
Y es que era algo tan endemoniadamente hermoso cuando pensaba en las cosas que ese otro me hacia sentir. Eran cosas totalmente diferentes e iguales a la vez. Su sonrisa cuando le decía un chiste sin sentido, las palabras halagadoras que hacían que desviara mi mirada hacia otro lado o el brillo en sus ojos cuando le decía siquiera un gracias. Y solo era la forma en como me hablaba y se dirigía a mí que hacían que me sintiera algo atraída por él. Sus acciones eran otra cosa, una contradicción que no me ayudaba a escoger que era lo que hacia que matara mis neuronas tratando de descifrar lo que en realidad sentía por él.
 No se cuanto tiempo pasó en que me perdí nuevamente en mis pensamiento pero un delicado sonido, tan aterciopelado se filtro y fue como un suave cuchillo deslizándose en la mantequilla que hizo que prestara atención a eso que me atrajo. Su risa. Lo miré algo asombrada al no saber porqué lo hacia. Y mi pregunta tuvo como respuesta otra de sus carcajadas seguido de la explicación a que parecía que no le estaba prestando atención. Esbocé una tímida sonrisa al percatarme que él se había dado cuenta de mi momentáneo éxtasis. Y ¿Qué pensaría si supiera qué fue lo que me hizo perderme en mis pensamientos? ¿Si supiera que ese otro interrumpió nuestra conversación? ¿Y si se enterara que estaban haciendo de mi mundo un combate interno en el que yo era la única protagonista? No eran más que mis conclusiones y mi esfuerzo por saber qué era lo que en realidad deseaba Ese siempre seria el dilema él o el otro.
J. Daconte Etiquetas: En mi cabeza, Mis Creaciones*, sentimientos |
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